miércoles, 25 de marzo de 2009

Hace exactamente cuatro años, la vida te arrancó de mi lado de una forma muy drástica. Te fuiste tan de repente que no pude terminar de asimilarlo jamás.
Todos decían que yo había sido quien mejor había tomado "la noticia" en la familia entera, porque no lloraba e intentaba, con palabras de aliento y reflexión, hacerle todo más llevadero a mi pequeño hermano.
Pero se equivocaban...
Recuerdo esa primera noche, después de que el velorio y la cremación (yo me ausenté a ambos) habían concluído. Cuando apoyé la cabeza en la almohada no pude evitar que las ideas me dieran vueltas a mil por hora hasta empezar a llorar sin poder contener absolutamente nada. No había sido tan fácil para mi después de todo.
Ay, abuelo querido, desearía que estuvieras conmigo en este momento. Extraño tanto que miremos la televisión, conversemos, escuchemos la radio; ansío volver a tener esas pequeñas discusiones; extraño esas veces en las cuales te dabas cuenta de que había un problema y lo escuchabas con atención...
Lamento no haber sido esa nieta brillante que era antes, durante toda mi maldita adolescencia; y te pido perdón, porque sé que no debe gustarte lo que soy ahora. Pero estoy convencida de que, donde quiera que estés, nos seguís adorando con locura a mi y a Pablo, y nos extrañás tanto como nosotros a vos.
No puedo creer que hace ya cuatro años, falleció la persona que más me entendía dentro de esta casa.
Espero que nos estés cuidando a todos...


Silvana.


Este texto lo escribí anoche. Ayer se cumplieron cuatro años de la muerte de mi abuelo, una de las personas que más amé, amo y amaré en este universo. Y, quizá, el ser que más me comprendió y supo manejarme a lo largo del tiempo que estuvo a mi lado.